En estos días no ha podido saciar mi inquietud de descubrir la forma de vivir y sostenerse en dos mundos paralelos. Dos mundos en los que el “Éxito” significaría contrariar el uno al otro.
Escuchando la palabra e intentando llenar mis ansias, tropiezo al momento de creer cumplir con mis responsabilidades, impuestas por la sociedad, por mis padres, por el hombre, por mí.
Al escribir estas letras se me viene a la mente las frases de mis catequistas: “Tus proyectos, no son los de Dios”; y ciertamente lo vivo a diario cuando salgo de mi casa, llego a la universidad, entro al aula de clases, saludo a mis compañeros y empiezo a oír la retórica común de todo profesor de Derecho que incurren en la inducción de nuestro animo hacia una profesión que vive en medio del capitalismo salvaje que hoy por hoy devora al hombre, viviendo de cerca la envidia, el orgullo y la falta de caridad. “Usted será abogado y debe ser el mejor” escucho y observo, al igual mis compañeros lo viven y lo sienten.
Pasan los días de academia y llega el miércoles o aún más difícil el sábado, una noche de invitaciones por doquier, justo el momento donde se juntan los conocidos y desconocidos de la facultad, el momento preciso para rozar socialmente y conocer a mis colegas, y es ahí mi combate, en seguir a Dios o por el contrario dejarme llevar por la corriente.
Salgo a rumbear y no me satisface, por el contrario siento que he fallado, ¿Pero a quien?, tal vez a tu mente no llegue respuesta o a lo mejor pienses que a Dios, y efectivamente no estarías errado(a), porque en mi corazón se siente el peso de traicionar el Amor de un amigo, un amigo incondicional, de un sentir inquebrantable, que siempre me abre sus brazos cada vez que vuelvo mi rostro cuando se me ocurre fallarle.
Sin embargo, más que a Dios, me traiciono a mí, le falto a mis convicciones, a lo que creo, lo que desde niño mis padres me enseñaron. Todo por el afán del ser o tal vez sea parecer, hacer creer que mi alegría está en algo donde nunca la he encontrado.
Ahora bien, al principio de este articulo mencioné dos “Éxitos” distintos. En verdad “Éxito” es una palabra creada por el hombre para conceptuar la más alta clasificación del humano en determinada actividad.
Pero si tomamos esta palabra y la usamos en el cristianismo. ¿Cual sería el “Éxito” del cristiano? Indudablemente sería Amar a Dios, ya dice la escritura: “Si me amas guardas mi palabra”. Y es amando a Dios donde se encuentra la certeza del ser, no el ser que nos pinta la televisión y el Internet, o ese que nos explican los profesores, o aquel ser en el que yo he creído y me hace dudar, no… vaya chistoso, es un Ser totalmente opuesto, un Ser inimaginable por aquel que no ha oído la palabra, es un Ser pobre, un Ser humilde, un Ser que espera en el Señor y le pide no caer en la turbia desesperanza del afán de cada día.
jose...
Por mi querido Amigo Jose Alfredo Rivera...
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