martes, 2 de noviembre de 2010

LA SAL Y LA LUZ…

“Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal ser desvirtúa, ¿Con qué se salará?”: Mt 5, 13A

Cada avance tecnológico y científico hace de los hombres un orgullo, por descubrir o intentar conocer los misterios que Dios no ha revelado. Las vacunas contra enfermedades, las nuevas tecnologías, las redes sociales, el afán comercial y publicitario de las marcas, entre tantas… Buscan el reconocimiento y la adulación, sin importar la manera; conocida frase de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.

Aunque existan leyes para la ciencia en donde se busque el bienestar humano antes que cualquier otro y que por tanto tengan limites para investigar, han intentado de todas las formas posibles encontrar la cura al VIH y no han podido. Dios detrás de todo esto muestra su  poder, sus ganas de preservar al mundo de la muerte del pecado, su amor incondicional y su misericordia.

El mundo se afana por ganar el mundo y Dios espera de nosotros reconocer su palabra como la única verdad, siempre en Amor y misericordia. Las modas y las marcas cada 10 años cambian o simplemente ya no van, nos sumergimos en su corriente, estudiamos para ello, trabajamos para ello, gastamos nuestro dinero en simplemente aparentar a los demás, ¿Aparentar para que? Si nadie tendrá el infinito Amor de Dios, nadie dará su único hijo para que sea azotado, burlado y por ultimo crucificado en un madero por nuestros pecados, nadie será capaz de tratarnos con la misma ternura desde la concepción hasta la muerte aunque en nuestra vida hayamos cometido el más grave error, la falla más monstruosa, la decepción más aberrante. Por tanto busquemos la sencillez, la humildad y la alabanza,  en Dios, tal como nos llama la Virgen María, madre de este camino.

La palabra de Dios, más de 2000 años y aún sigue vigente como desde el primer día, nos enseña la manera de vivir en este mundo, donde ser Cristiano es ser distinto, ya dice la palabra: “Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín”: Mt 5, 15. Nos exhorta a no ocultar nuestra identidad, la forma en que vivimos y aun más importante en ser Luz para este mundo. Donde nuestros pequeños en la fe, buscan a Dios aún sin saberlo. Tenemos el conocimiento de la verdad y no lo damos a los demás, de seguro que muchos esperan de nosotros y nuestra necedad no nos hace despertar de ese sueño tan enorme en el que todavía muchos estamos.

Y todo esto lo digo por mi experiencia, donde muchas veces me he avergonzado de estar en comunidad y aun así me ha ido peor, el mundo no ofrece más que iniquidad, burla y desconsuelo, nunca perdonarán si no se les habla del Amor, del verdadero Amor. Por eso “Ay de mi si no anuncio el Evangelio”, si no proclamo la palabra de Yaveh.

Gracias a:
José Alfredo Rivera D.
Paz y Bien!

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