martes, 9 de noviembre de 2010

Oramos para vivir, trabajamos para pagar los recibos...

Orar es volver físico, palpable y comprobable nuestra creencia que Dios existe. La oración es la aceptación mas profunda de la necesidad que tenemos que Él, así con mayúscula, nos escuche y responda.

A lo largo de mi vida he orado con fe, sin fe, con necesidad, sin necesidad, con alegría, con cólera, he pedido discernimiento, consuelo, le he pedido que me dé las palabras correctas para decirle a alguien lo que Él quiere decirle, que me ayude a hablar, que me ayude a callar, he pedido salud en momentos de enfermedad, le he suplicado perdón (huyyy la de veces que he orado pidiendo perdón), en otras ocasiones he orado pidiendo misericordia, rogando que aparte de mi el cáliz que no quiero tomar, en las vísperas de algún pariente de mis hermanos de comunidad antes de dar la ambiental, en las experiencias de convivencia pidiendo porque un hermano le sean dadas las fuerzas de sacar lo que lo esta matando, en la eucaristía pidiendo en silencio por mi padre alcohólico y sumido en su soledad, en los laudes con mis hijos, en los laudes con mi esposa, en la madrugada, en el auto a solas cuando habló con Él en mis momentos mas íntimos con mi Padre Celestial, a la virgen a la que siempre voy a buscar para que su amor de madre me consienta y proteja, etc.

He orado en momentos cumbres de mi vida, como el día que me enteré frente a la puerta de la casa de mis suegros que me estaban esperando para que les pidiera permiso de ser novio de su hija (mi ahora amada esposa me lo comunicó hasta que ya había tocado el timbre ;P). Recuerdo cada palabra de la oración que dije en voz alta al recibir a mi hijo en el parto, “recién sacado del horno” lo levante en brazos y se lo dedique a Dios y la virgen, desde entonces he tenido el gusto de estar en todos los partos y orar por mis hijos en sus primeros segundos de vida autónoma.

He orado cuando las cosas se han puesto negras o cuando las cosas han sido maravillosas, cuando parece que ya no hay vuelta atrás o cuando parece que no hay manera de continuar. La oración me ha sostenido en los momentos que el dolor me ha quebrado o cuando la tentación parece que logra cegarme lo suficiente para destruir con los pies lo que Dios me ha dado. He orado reclamándole a Dios, solo para darme cuenta al poco tiempo que las cosas han sucedido por mi bien y que si se hubiese dado lo que yo quería me habría ido muy mal.

Sobre todo recuerdo la oración mas dolorosa que he hecho en mi vida, con la pistola humeante en la mano y mis oídos ensordecidos por el disparo: “Dios, si existís, si de verdad existís, hace algo con mi vida porque ya no aguantó lo que he hecho con ella”, una oración que se levantó desde las profundidades de mi “muestra gratis” del infierno.

Y aquí voy camino a mi último día, tratando de vivir como un cristiano a pesar de ser un pecador desgraciado, mal humorado, soberbio y orgulloso. Muchas veces parece que el edificio entero de mi vida esta pegado con hilos, pero ese hilo son las oraciones, las mías y las de los que piden por mi.

De mi trabajo “aparente” del día a día solo recibo dinero, dinero para pagar comida, los recibos y las deudas que en la gran mayoría son mas fruto de mi vanidad que de otra cosa. Dinero que no me servirá de nada el día que mi Señor se decida a llamarme a su presencia. Mi verdadero trabajo es rezar, ese es mi trabajo y mi alimento, lo único que me sostiene de no caer en el abismo y echar a perder todo lo que Dios ha reconstruido, para mi y para todos los que me rodean.

Oramos para vivir, trabajamos para pagar los recibos.

Gracias a CristhianP

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