viernes, 29 de octubre de 2010

Tipos de Oración (Vocal, Lectura y Contemplación)


Los caminos de la oración son muchos. Se puede orar de varias formas. Existen muchos modos de entrar en contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo de acuerdo a su personalidad, a sus circunstancias personales, a lo que le llene más espiritualmente en cada momento determinado.
Las principales formas de oración son:
Oración vocal, Lectura meditada, Contemplación del Evangelio, Oración sobre la vida cotidiana, Oración de contemplación.
Oración vocal
Consiste en repetir con los labios o con la mente, oraciones ya formuladas y escritas como el Padrenuestro, el Avemaría, el ángel de la guarda, la Salve. Para aprovechar esta forma de oración es necesario pronunciar las oraciones lentamente, haciendo una pausa en cada palabra o en cada frase con la que nos sintamos atraídos. Se trata de profundizar en su sentido y de tomar la actitud interior que las palabras nos sugieren. Es así como podemos elevar el alma a Dios. Podemos apoyarnos en la oración vocal para después poder pasar a otra forma de oración. Todos los pasos en la vida se dan con apoyos, y la oración vocal es un apoyo para las demás. La palabra escrita es como un puente que nos ayuda a establecer contacto con Dios. Por ejemplo, si yo leo “Tú eres mi Dios” y trato de hacer mías esas palabras identificando mi atención con el contenido de la frase, mi mente y mi corazón ya están “con” Dios.
La lectura meditada
Un libro nos puede ayudar mucho en el camino a encontrarnos con Dios. No se trata de leer un libro para adquirir cultura, sino de tener un contacto más íntimo con Dios y el libro puede ser una ayuda para conseguirlo. No se trata de aprender cosas nuevas, sino de charlar con Dios acerca de las ideas que nos inspire el contenido del libro.
Hay que leer hasta que encontremos una idea que nos haga entrar en contacto con Dios y ahí frenar la lectura “saboreando” el momento. Es así como se profundiza en las ideas del libro para escuchar a Dios.
Si cuando estamos leyendo, se produce una visita de Dios, abandonémonos a Él.
Al orar hay algo que nos “llama”, una idea en la que sentimos la necesidad de profundizar. Para profundizar volvemos a la idea para verla en todos sus aspectos hasta que llegue a sernos personal, hasta que la hagamos propia. Esta idea mueve nuestra voluntad, nuestra capacidad para el amor, el deseo y el afecto. Esta oración debe terminar con un propósito de vida de acuerdo a las ideas en las que hemos profundizado en compañía de Dios.
Contemplación del Evangelio
Consiste en leer un pasaje del Evangelio, contemplarlo, saborearlo y compararlo con nuestra vida, tratando de ver qué es lo que debo cambiar para vivir de acuerdo a los criterios de Cristo. Al leer el Evangelio nos vamos a familiarizar con los gestos y las palabras de Cristo, y a comprender su sentido. Poco a poco iremos cambiando nuestra mentalidad y nuestra conducta de acuerdo a los criterios del Evangelio. Comparamos nuestro actuar en la vida con la vida de Jesús en el Evangelio. Se trata de mirar a Jesús más que mirar el pasaje del Evangelio, escuchar su Palabra.
Al orar de esta forma, hemos pasado de la reflexión que se detiene a mirar en cada punto a un mirar simplemente a Cristo.
Para ponerlo en práctica conviene seguir los siguientes pasos:
a) Ponernos en presencia de Dios y ofrecerle nuestra oración. Leer lentamente la escena del Evangelio para tener una visión rápida de conjunto, del lugar donde sucede. Por ejemplo, en Belén, en el templo de Jerusalén, etc. Después pedirle a Dios que adquiramos un conocimiento más hondo de Jesús para amarlo más y poderlo servir mejor.
b) Volvemos sobre el pasaje evangélico y:
- Vemos a los personajes que hablan y actúan en el pasaje. Fijarnos en cada uno en particular viendo primero su exterior para luego contemplar sus sentimientos más íntimos, sean buenos o malos. Sacar algún fruto personal.
- Después escuchamos las palabras: Penetrar en su sentido, poner atención a cada una de ellas. Algunas palabras las podemos escuchar dirigidas a nosotros personalmente. Sacar un fruto personal.
- Como tercer punto, consideraremos las acciones: seguir las diversas acciones de Jesús o de las demás personas. Penetrar en los motivos de tales acciones y los sentimientos que los han inspirado. Sacar algún fruto personal, recordando que la oración nos debe llevar a la conversión de corazón.
c) Terminar charlando con Jesús o con su Madre la Santísima Virgen María acerca de lo que hemos descubierto.
Oración sobre la vida cotidiana
Dios está presente en nuestra vida. Los acontecimientos de la vida son un camino natural para entrar en contacto con Dios. Es necesario buscar la presencia de Dios en nuestra vida y descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros. Esta búsqueda y este descubrimiento son ya una oración. Estar atentos a lo que Dios quiere de nuestra vida es hacer oración y nos invita a colaborar con Él. De esta “mirada” sobre mi vida nacerá el asombro, el agradecimiento, la admiración, el dolor, el pesar, etc. De esta manera nuestra vida entera será una oración.
Oración de contemplación
Se le conoce también como silencio en presencia de Dios.
Este es el punto donde culminan todos las formas de orar de las que hemos hablado con anterioridad. Es el momento en que se interrumpe la lectura, o se deja la reflexión sobre un acontecimiento, una idea o un pasaje del Evangelio. Se da cuando ya no hay deseos de seguir lo demás: se ha encontrado al Señor con toda sencillez, después de recorrer un camino. Hemos experimentado interiormente que Dios nos ama a nosotros y a los demás. Es guardar silencio en presencia de Dios con un sentimiento de admiración, de confusión, de gratitud, cuando nos sentimos invadidos por la grandeza de Dios y su amor hacia nosotros y nos ofrecemos a Él.
La oración contemplativa es mirar a Jesús detenidamente, es escuchar su Palabra, es amarlo silenciosamente. Puede durar un minuto o una hora. No importa el tiempo que dure ni el momento que escojamos para hacerla.
Para tener una oración contemplativa, debemos:
a) Recoger el corazón: Olvidarnos de todo lo demás, encontrándonos con Él tal y como somos, sin tratar de ocultarle nada.
b) Mirar a Dios para conocerle: No se puede amar lo que no se conoce. Al mirarlo debemos tratar de conocerlo en su interior, sus pensamientos y deseos.
c) Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y empezaremos a ver las cosas como Él las ve.
d) Escucharle con espíritu de obediencia, de acogida, de adhesión a lo que Él quiere de nosotros. Escuchar atentamente lo que Dios nos inspira y llevarlo a nuestra vida.
e) Guardar silencio: Silencio exterior E INTERIOR. En la oración contemplativa no debe haber discursos, sólo pequeñas expresiones de amor. Hablar a Jesús con lo que nos diga el corazón.

Ámame Como Eres...


Jesús nos anima diciéndonos:
No desconozco tu miseria, veo las luchas y las tribulaciones de tu alma, veo también tus enfermedades físicas y el cansancio de tu cuerpo; conozco bien tus pecados, tu infidelidad, tus omisiones, tu vileza.
Yo te digo: ¡ ámame como eres !
Aunque caigas continuamente en tus mismas faltas, aunque cometas esas culpas que no quisieras cometer, aunque no cumplas con tu deber, aunque desprecies a tu prójimo, aunque tantas veces te consideres un villano.
Yo te digo: ¡ ámame como eres !
De todos los momentos de tu vida, en cualquier situación en que te encuentres, cuando tu alma esté llena de fervor, cuando tu corazón sea árido, seco, empedernido, incapaz de sentir y de amar.
Yo te digo: ¡ ámame como eres !
Si esperas ser un Santo, o un Ángel para entregarte al amor, no me querrás nunca; quiero que tu amor salga de lo profundo de tu miseria, por eso, así te encuentres en la fidelidad o en la infidelidad.
Yo te digo: ¡ ámame como eres !
Si me dices que no posees virtud y no tienes ciencia, si estás privado de talento y vestido de andrajos, si te sientes débil, indefenso, envilecido.
Yo te digo: ¡ ámame como eres !
Yo estoy a la puerta de tu corazón y llamo, ¡ ábreme !… Déjame amarte, dame tu corazón, te doy mi Gracia y el Pan Vivo, te doy la Fuerza para afrontar y superar las dificultades de la vida, te doy el Espíritu de Verdad y la Sabiduría del Amor, te doy a mi Madre que te estrecha contra su Corazón Inmaculado, no dudes de Mí, pero ten Fe.
Yo te digo ahora y siempre: ¡ ámame como eres !