Por CristianP
En un tiempo en el que tener hijos es un escándalo, enorgullecerse de tenerlos no solo es mal visto sino además se mira como un síntoma temprano de locura.
Hace poco tuve la oportunidad de escuchar una conversación en la oficina entre una mujer casada (con una sola hija), un soltero y un esposo recién estrenado como padre por primera vez. Casi todo lo hablado fue en contra de tener hijos, la mujer le contaba de todas las cosas en las que tendría que gastar, el soltero de todas las cosas que ahora como hombre casado y esposo se iba a perder y el padre novicio asentía a los dos y terminó cerrando la conversación con un lapidario: “Hablare con mi esposa para ver si nos quedamos solo con uno”. Admito que no aguante la tentación, me levante del escritorio, pase junto a ellos, les saludé, los tres se me quedaron viendo y el soltero dijo: “Cristhian tiene un montón porque esta loco”.
Así piensa la gente ahora, en que cada hijo es una especie de hipoteca a largo plazo, un estorbo para “SER” y “TENER”, por ello varios hijos son varias “hipotecas”. Ciertamente cada hijo va agregando mayor esfuerzo, fanáticos seríamos si no se admitiera que a mayor cantidad de hijos el trabajo se multiplica, la verdadera pregunta en el fondo es: ¿Vale la pena?
A eso puedo contestar con toda la bocota, como decía mi abuelo, que sí ¡Vale la pena! cada hijo es una historia diferente, con cada uno Dios me ha dicho algo, cada hijo a venido en momentos puntuales de mi vida, de la de mi esposa y de la de mi matrimonio. Todos los días mis hijos me enseñan algo, cada uno es una palabra directa de Dios, incluso los que no se quedaron con nosotros y nos esperan en el cielo me recuerdan muchas cosas que no debo de olvidar nunca.
¡Que linda es mi heredad! No niego que hay situaciones en que ves a otros ir y venir, comprar, viajar, etc. y dices “fuera mas fácil si estuviera solo”, porque no te engañes cuando ves que los hijos estorban, lo siguiente que estorba es tu cónyuge. Pero rápido veo a mis hijos y me doy cuenta que no es cierto, mi vida no fuera mejor sin ellos, fuera una monstruosidad, ¡viviría para mi!, “¿pero eso es bueno, no?” preguntará alguno, porque el mundo enseña eso, a vivir y pensar solo en uno mismo, pero esa manera de ver el mundo no solo no es cristiano sino que en el fondo es una vaciedad horrenda. Yo ya pase por allí y no se lo deseo a nadie.
Tengo hijos y esposa que me empujan cuando necesito velas o me detienen cuando necesito ancla, ¡Tengo una familia! y no me puedo imaginar nada que se pueda comprar que valga la pena tanto como ver a mis hijos recibirme con un beso cuando llego a la casa. Tengo por quien vivir, por quien desgastarme y por quien morirme peleando la buena batalla.
Invito a todos a enorgullecernos de nuestros hijos para desengañar a las personas que nos rodean, a poner en vergüenza al mundo comprobándole su mentira, a poner fotos, a hablar de nuestros chicos como antes de que esta moda absurda se esparciera, compartamos su alegría, hablemos de sus travesuras y las tremendas enseñanzas que nos dan. A mostrarle al mundo que nadie se muere por tener un hijo, que el mundo no se acaba cuando una mujer sale embarazada, que se puede amar igual a un hijo adoptado, que cada niño es un pedacito de Dios que nos visita y que vale la pena desgastarse por ellos. Hagamos que se sientan incomodos con nuestra presencia, al final es un modo de evangelizar y no sabemos cuantos niños nacerán porque un matrimonio de locos les enseñó que un hijo nunca es un estorbo.
“¡Salvemos a los niños, para salvar la esperanza de la humanidad!
Nos lo pide hoy con fuerza aquel Niño nacido en Belén,
el Dios que se hizo hombre, para devolvernos el derecho de esperar.”
Juan Pablo II
No hay comentarios.:
Publicar un comentario