Antes fue una realidad lejana, ahora es una realidad cercana, ¡te vas a la misión! Lo único que deseo, hermano mío, es dejarte por escrito el profundo respeto que nace en mi cuando un joven pone su voluntad al servicio del Señor. No has renunciado a nada mi hermano, ¡has ganado todo! porque nada de lo que dejas tras de ti en este día, que tomas el camino de la misión, te hará falta en el último día cuando estés frente a nuestro Dios.
De todo lo que dejas hoy, el Señor elegirá que es provechoso para ti y que no, Él te devolverá lo bueno multiplicado, te quitará lo malo por tu bien y protegerá lo que siempre ha sido tuyo hasta tu vuelta.
No le pido a Dios que te quite el miedo, porque no serías humano si no lo tuvieras, lo que le pido es que el miedo no te domine, que no detenga tu pie ahora que tomas el camino que solo los verdaderos hombres libres toman, el camino de la misión en el que te encontrarás con quien eres en realidad.
Si te tuviera frente a mi, podría signar tu frente en el nombre de esa maravillosa trinidad que es nuestro Dios y te diría las palabras que son el título de este post: “¡Vete a la misión y transfórmate en sal, luz y fermento para este mundo necesitado!”.
Nos ha enseñado el mundo a buscar sobresalir, hombres se hacen millonarios convenciéndonos a todos que nuestros sueños de grandeza se harán realidad, que seremos los hombres y mujeres de fama que el mundo idolatra, pero el humilde carpintero de Belen nos pidió que fuéramos algo mas sencillo y humilde: sal. No somos la carne, ni el pollo en la sopa, ni siquiera una papa, ¡somos la sal!, esa que no se mira, que se echa en pocas cantidades, la que se disuelve sin hacer ruido. Llamados a no figurar, a que no nos tomen en cuenta, a que no salgamos ni siquiera en cantidad definida en las recetas: “eche un poquito de sal”, ¿cuanta?, “un poquito”.
Ve hermano mío a no figurar, a no ser tomado en cuenta, a volverte invisible en medio de la sopa del mundo, pero ve y dale sabor a todos los que tengan contacto contigo, ve y disuelve tu propia vida por otros, desgasta lo mas preciado que tienes, tu tiempo, por otros. Dale sabor al mundo para que otros descubran que la vida tiene sabor si se tiene a Cristo por cabeza. ¡Se Sal!
Al empezar la misión, todos creemos que somos verdaderas columnas de luz, faros resplandecientes que brillaran con intensidad cegadora en medio de la oscuridad. No es cierto hermano mío, la misión te enseñará que somos apenas velas humeantes con luz parpadeante y débil en medio de la espesa oscuridad que esta afuera, allá donde la ceguera es la norma, donde el dolor reina y la esperanza se ha acabado.
Serás una pequeña candela cuya llama parece que al menor viento será apagada, pero esa es tu real medida y todo lo que necesitas. Porque no es tu luz la que necesita el mundo, es la luz de Cristo, cada vez que te encuentres con alguna persona necesitada, recuerda el rito del lucernario de pascua, darás de la poca luz que albergas para que le alumbre el camino en dirección de donde lo envíes, que si haces bien tu cometido siempre los orientarás rumbo a la luz que no se apaga, el lucero que no conoce la noche, nuestro Señor Jesucristo. ¡Se Luz!
En la Biblia siempre que se menciona el fermento se habla del contagio, sea bueno o sea malo, el fermento invade toda la masa que toca. Contagia al mundo de la alegría que tienes de saberte amado como eres. Pero no olvides, mi querido hermano, que o fermentas tu al mundo o el mundo te fermenta a ti, porque vas a estar en contacto con él, ¡esa es la misión! ¡ferméntalos tu a ellos! que descubran que se puede ser feliz no teniendo, no siendo, no figurando, no peleando por ser. ¡Se fermento!
Habrá días que tu animo decaerá, sin ninguna duda, no temas porque está entre lo esperado, ya el Señor tiene ese dato entre sus cuentas. Morir por otros es desgastante y siempre tienes la voz junto a ti diciendo que es absurdo, que tienes que cuidarte a ti mismo, cuando eso suceda busca la cruz mas cercana que encuentres y obsérvala por largo tiempo, esa es la única manera de recordar que nos llamaron a morir por otros, a desgastarnos por el otro, para el otro y, la mayoría de veces, a manos del otro. Deja de ser para que otro sea. ¡Animo que Cristo mismo ha vencido al mundo subido en la cruz!
Si las tentaciones te atacan, busca el rosario, si a algo le tiene miedo el enemigo es a nuestra madre, bien sabe el caído que ante su humildad no tiene ningún poder. Tiembla ante ella, sabe que le aplastará la cabeza el último día. Confíate a nuestra madre, que no hay humilde que caiga en la tentación. Pelea la buena batalla y nunca estarás solo.
Las oraciones de tu familia, las de tu comunidad, las de la Iglesia entera y las de este pecador se elevarán por ti, como la primera lectura de la eucaristía pasada, nosotros rezando en el cerro y tu peleando en el campo. Sin mas hermano querido, que decirte que el Señor te bendiga y te cuide, que vayas en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Vete a la misión y transfórmate en sal, luz y fermento para este mundo necesitado!
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