miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Hora de pagar! El pecado cobra su pago…

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“¿Cómo puede alguien inteligente creer en un ser, que siendo capaz de crear el universo, le afecte tanto el que yo me prive del placer de acostarme con alguien con quien no tengo un papel que me una legalmente y además se tome el tiempo de castigarme si lo hago?

La frase me la soltó un catedrático ateo con el que estaba discutiendo en el blog abierto de un amigo.
Lo primero que me llamó la atención, de semejante muestra del pensamiento moderno, es que de alguna manera esta persona logró resumir en un solo párrafo muchísimas de las maneras erróneas de ver el pecado, ¡increíble!, concentró en pocas palabras uno de los engaños mas virulentos y nocivos con el que nos atacan a todos.
¿Realmente me pierdo de algo por no pecar?, mi ateo interlocutor enfocó la frase en aspectos sexuales pero aplica para todas las maneras de pecar (robar, mentir, odiar, etc...), ¿me pierdo o no me pierdo de algo con no pecar? ¿le afecta a Dios que yo peque? ¿pasa Dios pendiente de quien peca para castigarlo?
Veamos el pecado de cerca. Si se nos presentara el pecado como algo espantoso y nos mostrara todas sus consecuencias nadie cayera en la tentación ¿no es cierto?, tiene que mostrarse como algo bueno, como algo deseable, como algo del que “me privo a mi mismo del placer de...”, etc... Nunca el pecado te da la cara real, siempre se va a presentar como algo deseable, incluso disfrazado de “bien” y volverse tan confuso de distinguir del verdadero bien que el único modo de hacer lo correcto es no hacer la voluntad de uno mismo, porque uno no mira nada malo en ello, sino hacer la voluntad de Dios.
Uno tiende a medir las consecuencias del pecado con la capacidad de mantenerlo oculto o no, esa es una manera en extremo infantil de ver algo tan peligroso, como un niño de 7 años que quiebra un florero y piensa que si la mamá no lo descubre no ha pasado nada. El pecado toca fibras tan íntimas de la persona que no se puede tener contacto con él sin que te afecte. Fuimos creados y diseñados para estar en comunión con Dios, el estado de gracia debe ser el estado natural del ser humano, el pecado rompe ese estado creando una división entre nosotros y Dios, por eso no se logra ser feliz inmerso en el pecado aun por “buenas” que sean las condiciones con que se viva. Y la exposición continua al pecado crea lo que el catecismo llama “vicio de pecado”, que es un estado terrible en el que ya las consecuencias no importan, tal como un drogadicto, lo que se quiere es el pecado en si.
¿Le afecta a Dios que yo peque? Dios sigue siendo Dios así yo peque o no peque, pero, y ese es el “pero” que a un racionalista moderno y ateo no le cabe en la cabeza, si le afecta en su amor por cada uno de nosotros. Un ateo no entiende como puede existir alguien tan poderoso que se interese “personalmente” por cada una de sus criaturas, porque lo miden como si Dios fuese un humano, como si fuera un millonario dueño de una multinacional que ni sabe ni le interesa quien es la persona que sirve el café en la oficina mas pequeña de su imperio.
El amor de Dios por el hombre es algo completamente inaudito, “¿que es el hombre para que te acuerdes de él...?” dice el salmo 8. Dios no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, por eso dio a su hijo, para que hubiese camino de retorno al estado de gracia. La imagen del papá castigador e implacable es tan infantil como arraigada en nuestra mente, Dios no es un monstruo que se satisfaga con la perdición de sus hijos, pero ¡el pecado tiene consecuencias!, no es necesario que Dios “nos castigue”, el mal proceder en si mismo es autodestructivo. “El pecado lleva consigo su castigo”, me dijo el sacerdote en una confesión.
Lo peor de todo es comprender que nadie se va solo y que todo tiene consecuencias, el pecado es una fuerza tan destructiva que se lleva todo y a todos con él. Ese “placer” o “satisfacción” temporal que provoca el pecado es pagado con años de dolor o con sufrimientos indescriptibles, no nos perdemos de nada bueno al evitar el pecado, ¡nos libramos de muchos dolores! pero esos dolores no vienen de un castigo impuesto por un juez invisible sino como consecuencia directa de nuestro proceder.
¡Siempre llega la hora de pagar! Por secreto o escondido que sea un pecado, consecuencias siempre habrán, en esta vida y, si no combatimos, también en la otra, porque el pecado tiene un pago, que es la muerte. Todos los pecados nos meten en la muerte, de allí solo nos saca Jesucristo con el sacramento de la reconciliación, pero las consecuencias en esta vida no nos la quita nadie. Vamos a salvar el alma si buscamos el perdón con sinceridad de corazón, pero el dolor que produce el pecado lo vamos a pasar como pago directo de nuestras decisiones.
Es terriblemente dañino envidiar los “frutos” del pecado, porque te van ablandando la conciencia, creando poco a poco las condiciones para que se te vuelva apetecible pecar. Es bueno leer el salmo 37 (36): 

“Vale más la pobreza del justo
que las grandes riquezas del malvado:
porque los brazos del impío se quebrarán,
pero el Señor sostiene a los justos...
Yo vi a un impío lleno de arrogancia.
que florecía como un cedro frondoso;
pasé otra vez, y ya no estaba,
lo busqué, y no se lo pudo encontrar.”

El pecado es como un contrato tramposo, nos ofrece satisfacción inmediata, pero no nos deja leer las letras pequeñas. Todo el dolor y el llanto están en las letras pequeñas.


Publicado por CristianP
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Muchísimas gracias Amigo Cristian!!

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