jueves, 23 de septiembre de 2010

LA SANTA CRUZ EN LA VIDA DEL CRISTIANO...



“Antes de que termine el mes de septiembre, mes en que celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa
Cruz, quiero hacer público un pequeño comentario que hice al respecto, en donde se puede apreciar una de las facetas que, a mi entender, veo en la Cruz.”

Hablando de la cruz en la vida del cristiano y por qué no, en la vida de cualquier persona, afirmábamos hace unas semanas que sin la cruz era imposible la salvación.

Contra todo pronóstico y, por supuesto en contra de lo que afirma el mundo, la cruz es en nuestra vida un auténtico regalo del Señor.

Afirmar esto, quizá parezca para algunos una necedad. Yo sin embargo me pregunto, ante una enfermedad grave, ante una enfermedad mortal, ¿no sería una necedad considerar el remedio, por repugnante que fuera, como una cosa rechazable, negándonos a tomarlo? ¿No deberíamos más bien agradecer sinceramente, como un auténtico regalo, aquello capaz de devolvernos la salud?

Por nuestros pecados, por nuestras rebeldías, estamos heridos de muerte. Consecuencia de nuestras transgresiones son el sufrimiento, la soledad, la enfermedad, la muerte en suma… No es que estas cosas tengan su origen en Dios. Dios, dice la Escritura, no hizo el mal ni la muerte. Somos nosotros los que al rechazar la luz, caemos en las tinieblas. Somos nosotros los que al despreciar la Vida, caemos en la muerte. Sin embargo, el Señor ha hecho que las consecuencias del pecado, que el mundo rechaza, se conviertan para nosotros en camino de conversión que nos lleva hasta Él. Las cruces de cada día que tienen su origen en nuestro pecado, y que haciéndonos conscientes de nuestra limitación e impotencia nos impiden vivir felices, son el medio que Dios ha elegido, para que viendo nuestra imposibilidad, nuestra incapacidad para hacerles frente, nos obliguen a recurrir a Él.

Ante la enfermedad, ante la falta de entendimiento en el ámbito familiar, ante los problemas económicos, ante la depresión, ante toda clase de sufrimientos… se nos presentan dos salidas: la desesperación y destrucción del ser, o por el contrario, al constatar nuestra impotencia, la necesidad de recurrir a Aquel que tiene el poder de hacernos caminar por encima de la muerte.

Este es el significado de la cruz para el cristiano. No es signo de destrucción y de muerte sino muestra del amor de Dios. Camino de salvación que nos conduce a Él.

El signo de la Cruz nos muestra también el rostro del Padre. Es el testimonio mudo que nos hace constatar hasta dónde ha llegado la locura de amor de un Dios, que por nuestra salvación, por librarnos de la muerte, no ha evitado a su Hijo el suplicio de la Cruz, sino que lo ha entregado por todos nosotros.

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